lunes, 8 de agosto de 2011

Pertenezco a la especie equivocada

He tenido un fin de semana de lo más doloroso. Mis cervicales han dicho hasta aquí hemos llegado. Las contracturas no se curan solas, por lo que, para alivio de mi nuca, ya tengo hora en el masajista. De todo ello deriva unos días muy caseros. Lo más aventurero que hice fue ir al cine con mis padres. Ya ves tú. Pero entre dolores de espalda y maldiciones, vi una película que me hizo reflexionar. El origen del planeta de los simios no es que sea la mejor película del año, ni mucho menos. La verdad es que me dejó un tanto decepcionada. Aún así, es una buena excusa para hablar de esos lugares y animales que tenemos tan perdidos en nuestro pensamiento como algunos políticos las reivindicaciones ciudadanas.
Algunos me llaman frívola, pero me impacta bastante menos ver en una película morir de cuatro balazos al prota de turno que observar las recreaciones de las matanzas que ocurren a diario en las selvas. Matanzas o capturas, para el caso es lo mismo. Porque quitarle la libertad a un animal cuyo hábitat está en medio de la selva es igual a clavarle un cuchillo entre pecho y cabeza.
Jamás podré entender como alguien puede arrebatar la vida a un chimpancé, un orangután o un gorila y dormir tranquilo por las noches. Son animales magníficos, tan parecidos a nosotros que el 2% del ADN en el que nos diferenciamos queda reducido a nada al mirarlos a los ojos.
Pero no solo deberían quedar encerrados entre rejas aquellos que recorren las selvas en busca de oro simio. También quienes no mueven un dedo para que esta situación quede relegada en nuestra memoria al sangriento y enloquecido siglo XX. O peor aún, aquellos que promueven la caza furtiva desde su despacho en nombre de la economía. O más terrible, en nombre de la ciencia.
Para ser coherente conmigo misma, no puedo hacer otra cosa que repudiar el uso de animales en experimentos científicos. Muchos al escucharme exclamarán: ¡Laura, por favor! ¿Cómo quieres si no que avance la ciencia? ¡El fin justifica los medios! Piénsenlo. Con calma. ¿Justifica los medios? ¿Saben en qué época avanzó más la medicina? Con los campos de concentración nazi. ¿Realmente justifica los medios? No.
La ciencia es la experiencia eterna más maravillosa que ha vivido la humanidad. No para de sorprendernos. Nunca termina de paralizarnos con sus múltiples progresos. Sus mil ramificaciones no encuentran límites jamás. No llegaremos a la sabiduría absoluta, continuamente hay enigmas por resolver. Y es ahí donde radica su belleza. Pero eso no justifica el dolor, la tortura, el secuestro y el maltrato de animales que son capaces de hablar con la mirada.
Si los simios se rebelaran en la vida real sería la primera en sumarme a la revolución. Definitivamente, pertenezco a la especie equivocada. 

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