lunes, 22 de agosto de 2011

La gordura es hermosura


En Canarias somos lo más. Los más parados, los más obesos y los más orgullosos de ser como somos. Mucha chica de las islas dice, al viajar a por tierras peninsulares, que los chicos guapos están aquí. Pues nos gustarán los regordetes, digo yo. La piel morena tira aunque este precedida de una capa considerable de grasa. Una que ha andado por la península tiempo suficiente como para tener conocimiento de causa piensa que no. Lo siento, chicos, en Madrid existe tal mezcla de gentes, tal cantidad de gente que, por fuerza, hay más guapetes que por las islas. Aunque sobre gustos no hay nada escrito, eso está claro. Porque a la percepción del atractivo de un joven apuesto hay que sumarle, bajo mi punto de vista, el de un interés mayor por la vida que el de tunear el coche. Y en Canarias, con un índice de fracaso escolar de aúpa, existe un plus de dificultad en la búsqueda del hombre ideal.
Muy pocos con los que se pueda hablar abiertamente de la guerra civil de Libia sin que te mire como si fueras un bicho raro. Sí, guerra civil, porque en Libia es lo que se ha vivido. Aunque la ONU quiera pintarlo de color de rosa, alzando la mano en nombre de la democracia. ¿Qué ha hecho Occidente en estos 40 años contra los crímenes de Gadafi? Absolutamente nada. Sacarse fotos con el que hasta hace nada era líder libio era la moda. Tener buenas relaciones con Gadafi estaba de moda. Pero toda moda pasa de moda. Y como los pantalones campana y las plataformas, el millonario poderoso se vio fuera de las pasarelas en menos que canta un gallo. La ONU tuvo que renovar su vestuario para no dejar de ser cool. O de parecerlo, más bien, porque, para los que piensan como yo, aunque la mona se vista de seda…
No sé qué opinarán las oyentes. Creo que debemos dar una mayor importancia al fondo de las cuestiones, y de los hombres. Los musculitos pasaron de mi moda quinceañera hace ya tiempo. Aunque nunca viene mal alguien medianamente atractivo. Pero como nos solemos enamorar de los defectos, más aún que de las virtudes, pasamos un tupido velo sobre los agujeros físicos e intelectuales que puedan, en un determinado momento, dar ganas de ahogar al acompañante. Al ablandarnos el gesto y el carácter con un beso, ya no podemos competir con la lógica razón cuando la oxitocina, hormona del placer y del amor, se adueña de nuestro ser.

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