viernes, 29 de julio de 2011

Cada cual con sus problemas

Quizá hoy debiera hablar de Camps, de la reunión para el rescate de Grecia o de la salida a bolsa de Bankia. Cada uno tenemos nuestras preferencias, nuestros intereses. Nos creamos una pequeña burbuja a la que queda reducido nuestro mundo en el que solo importa el hoy y lo mío. De esta forma evitamos una visión global, más amplia y rica, que nos haría llevarnos las manos a la cabeza, coger el primer vuelo a las Bahamas y disfrutar de lo breve de la existencia.
Lo dicho, cada uno con sus problemas. Según el barómetro realizado por el CIS en el mes de junio el principal problema de nuestro país es el paro para un 82,5% de los encuestados. Es evidente. Una lacra de este tipo debe ser erradicada si no queremos acabar asaltando los supermercados para conseguir víveres. No obstante, hay lugares donde esta situación se vive día a día. Pero no solo ahora, cuando nosotros nos vemos al límite, con la soga al cuello y apretando. Desde hace muchos años en países como Somalia, Kenia o Etiopía la situación es insostenible.
¿Acaso alguien se ha preocupado por este problema? Los países ricos, aunque ahora esa riqueza se esté poniendo en entredicho, no han movido un solo dedo por acabar con la pobreza extrema de algunos rincones de África. ¿Es este continente, acaso, menos importante que cualquier otro?
La humanidad comenzó su andadura por este hermoso planeta en algún rincón de la sabana africana. La cuna de todos nosotros, el origen de la cultura humana, el origen de las herramientas complejas, del bipedalismo, de todo lo que nos ha llevado a ser nosotros está en el continente negro. Paradojas de la vida que ya nadie le preste un mínimo de atención. No me refiero a la valiosa labor de las ONGs en la zona, ojo, sino a los grandes poderes internacionales que son capaces de movilizar cielo y tierra por una guerra, pero no por la vida de las personas.
La ciudadanía, esa pobre guerrera aún dormida, aunque parece que desperezándose, víctima de la corrupción de políticos, banqueros, grandes multinacionales y a saber tú quién más; esa ciudadanía que ha crecido arrullada por la indiferencia y que ahora se enfrenta con la dura realidad de no tener nada en el bolsillo, solo se moviliza cuando una gran catástrofe se cierne sobre un país pobre. Huracanes, tsunamis, terremotos,… Mientras, ya se pueden estar muriendo en ese gran continente borrado del mapa. Como si las sequías no fueran una catastrófica desdicha.
Los medios de comunicación tenemos gran culpa de ello. Nuestro flujo informativo proveniente de África es diminuto. Allí pasan cosas horribles, cosas que pondrían los pelos de punta a cualquier reportero del tres al cuarto. Pero a nadie le importa. Los grandes medios no envían a nadie a menos que exista noticia que cubrir, y que la gente muera de hambre o en interminables guerras día a día, no es noticia.

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