martes, 13 de septiembre de 2011

Made in China

China. Motor del mundo. Económica y demográficamente. Que no democráticamente, claro. Cualquier bolsa termina al alza si el gran asiático se convence de que debe invertir en su país. La banca de un mundo en crisis. Europa ya no existe sin China. Ni siquiera la primera potencia mundial (o la que, hasta hace bien poco, lo era) se libra de su influencia. Esta fábrica del mundo, este rico sótano de Occidente, da mano de obra barata sin mirar a quién. ¿Qué dirigente podría poner los puntos sobre las íes hoy a China? Quién pudiera hablar abiertamente sobre el gran asiático. Quién pudiera librarse de su influencia.
Meter a un Premio Nobel de la paz entre rejas sólo por decir puras verdades no resulta del todo democrático. Pero China saca pecho. Y a quien no le guste que se compre un dulce. Esta es mi política, y con mis ciudadanos hago lo que me da la gana. Si algo le parece mal, si de verdad se atreve a meterse conmigo, ya puede olvidarse de la inversión.
Qué cosas. Varias guerras de este nuevo siglo se han librado en nombre de la democracia. Pero China es intocable. Si tienes dinero y mano de obra reciclable puedes darte el lujo de cualquier extravagancia. Torturas, salarios peor que a becarios, cárceles repletas de pensadores e inocentes,… Todo se le permite a China. Más aún, Occidente lo necesita. Necesita trabajadores sin seguridad y con salarios tan bajos que conceda el privilegio que comprar un gran volumen de productos a precios de risa. A mí sí que me da la risa cuando los grandes dirigentes, sobre todo de esos países de la libertad, sobre todo aquellos que también son Nobel de la paz sin hacer ni el huevo, meten artillería pesada en otros, o lo promueven, en nombre del poder del pueblo. De tanto utilizar su nombre en vano, a la pobre democracia ya no le queda significado alguno.
Mejor llamar a China por su nombre: dictadura. Un día vivimos la primavera árabe, luego vino la spanish revolution. Quizá algún día, a los chinos les dé también por decidir sobre su propio futuro. Y entonces, si se juntan todos, la libertad no tendrá otra opción que abrir sus puertas a un mundo asiático que la reclama.

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