lunes, 12 de septiembre de 2011

¿Ley de vida?

Hay cosas que son tan antiguas como la vida misma. El amor, la guerra, la desesperación, el placer. Existen dichos que surgieron casi a la vez. Y prejuicios, muuuchos prejuicios. Desde que el hombre es hombre el recuerdo de un ayer supremo y un angustioso presente, distorsiones de viejos, persigue a las generaciones venideras. Mi padre en sus años mozos ya escuchaba que los jóvenes no tenían respeto, que eran una panda de desvencijados, que no sentían vergüenza por nada. Preguntábanse también por esos grupos de melenudos que escuchaban los jovencitos. Los Beatles fueron muy criticados, aunque muchos ya no lo recuerden. Ahora, convertidos en mito,  nadie los critica. La juventud de entonces tuvo que soportar la actitud prejuiciosa de los veteranos. Ahora nosotros, los jóvenes de hoy, tenemos que aguantar las mismas estupideces. ¿Es ley de vida?
Ayer escuchaba una tertulia en la que los veinteañeros salíamos bastante mal parados. Por lo visto no tratamos con respeto a nadie, sólo pensamos en nosotros mismos y nos importa bien poco nuestro futuro. Todos llevamos piercing y tatuajes, nos drogamos y no buscamos trabajo. Todos estamos en bandas callejeras, portamos navajas en el bolsillo y vamos con minifalda y escote a clase. La generación ni-ni contagia a cualquiera que haya nacido después del 85. Según estos contertulios, claro está. Porque mi visión de la generación a la que pertenezco es bien distinta.
Somos la generación con más títulos universitarios de la historia de España, somos la generación que supo mezclar las nuevas tecnologías con la bicicleta y el teje en la niñez, somos aquellos que despertamos conciencias dormidas en las revoluciones de este año, somos los que peor lo estamos pasando con la crisis, los que nos partimos el alma trabajando en verano por una miseria después de estar todo un curso estudiando y aprobando asignatura tras asignatura.
Porque no todos andamos drogándonos por las esquinas. Porque imbéciles los hay en todas las generaciones. Porque, aunque sin vivir guerras, sin vivir dictaduras, somos jóvenes que luchamos a contracorriente por nuestro incierto futuro en este sistema. Porque, aunque a muchos les cueste admitirlo, somos una generación fuerte. Como, sin duda, lo son todas las generaciones.

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